En Oleoturismia nos hemos propuesto transmitir al consumidor el gran placer que provoca descubrir la calidad y los matices del universo maravilloso de los aceites de oliva virgen extra. No hay dos aceites iguales, ni dos campañas iguales y debemos aprovechar el momento que vivimos donde la elevada atomización de productores hace que existan miles de variedades de aceite por toda nuestra geografía. Este error a niveles estructurales y organizativos en los cuales nuestro país sigue inmerso, dan como resultado positivo poder encontrar joyas de autor anónimas dentro de las grandes marcas, elevadas a la categoría de aceites gourmet a golpe de marketing.
El aceite procede del árbol más noble de todos cuantos existen. Su personalidad estará marcada por desarrollarse en un determinado entorno, a una determina altitud y bajo unas condiciones climatológicas diversas. Tras un lento crecimiento y llegada su etapa de producción, el olivo nos ofrece anualmente sus frutos y ya sea mediante el peinado, ordeño, vareado o las vibradoras mecanizadas obtendremos el gran fruto que es la aceituna.
Dependiendo de la variedad, la aceituna se destina a la elaboración de aceite o para su consumo aliñada. Algunas de estas variedades, como el caso de la manzanilla cacereña, la arbequina, empeltre o morisca, -entre otras- tienen la doble vertiente.
La calidad y los matices posteriores del aceite se estarán generando desde el mismo momento en el que se planta un olivo. Se podría decir que cada olivo fabrica un aceite de una personalidad única.
Pero no sólo la responsabilidad es del olivo y de su cultivador, los procesos posteriores de recepción, separado, lavado, molturado, decantado y envasado van a contribuir definitivamente en las características físicas, químicas y organolépticas.
Al margen de los «tecnicismos» y de los análisis de acidez, oxidación o absorbancia de ultravioletas que dejaremos para otro artículo más técnico, necesitamos saber el grado de placer o rechazo que nos provoca un producto.
Eso no significa que lo que nos produce rechazo sea malo, ni lo que nos produce placer sea bueno, simplemente mide el grado de palatabilidad que tiene ese aceite.
La cata de aceite siempre ha existido a pie de almazara y afortunadamente se ha reglamentado para evitar los abusos de los intereses de terminados empresarios sin demasiados escrúpulos. A estas alturas de sofisticación, hemos normalizado la cata del vino y sin embargo, un producto tan esencial para la economía de nuestro país y tan vital para nuestro organismo sigue estando dentro del nicho de técnicos, elaboradores y expertos.
Si no se educa al público consumidor para saber las diferencias existentes entre un aceite de oliva virgen y otro simplemente denominado «aceite de oliva», si el aceite de oliva virgen extra está en muchos casos más barato en los lineales de supermercados que los aceites de oliva…¿cómo vamos a apreciar una joya escondida entre tanta confusión?
En Oleoturismia nos hemos propuesto transmitir al consumidor el gran placer que provoca descubrir la calidad y los matices del universo maravilloso de los aceites de oliva virgen extra. No hay dos aceites iguales, ni dos campañas iguales y debemos aprovechar el momento que vivimos donde la elevada atomización de productores hace que existan miles de variedades de aceite por toda nuestra geografía. Este error a niveles estructurales y organizativos en los cuales nuestro país sigue inmerso, dan como resultado positivo poder encontrar joyas de autor anónimas dentro de las grandes marcas, elevadas a la categoría de aceites gourmet a golpe de marketing.
Aprovechemos para aprender, para saber sentir la magia de unos aceites que desgraciadamente se terminarán homogeneizando con el paso del tiempo y de las preferencias entre las grandes producciones que sólo buscan rentabilidad con unos aceites «correctos» pero carentes de personalidad.
¿Cómo se cata el aceite de oliva?
Pues con los cinco sentidos, sí…porque hasta el oído nos ayudará a percibir la fluidez. La vista nos dará pistas sobre la procedencia del aceite, del momento de la cosecha a través de sus colores. Nos indicará si el aceite se ha filtrado para brillar intensamente o se ha dejado «en rama» con un aspecto velado opalescente. El olfato complementará los indicadores de nuestras papilas gustativas. Y las sensaciones táctiles envolverán nuestra boca de manera untuosa o fluida…lo dicho…Un placer en los cinco sentidos.
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